Inevitable Memories [Erick]

Starbucks. Uno de los lugares emblemáticos y más concurridos de Seattle, así como de muchas otras ciudades del mundo. Y Londres no era la excepción. Por eso es que seguramente se había convertido en uno de los lugares favoritos de la ciudad para Aliannah, con tan sólo aterrizar y recorrer las calles con su hermano Cooper hacía ya más de dos años. Usualmente, se dirigía allí con sus amigas, pero en aquella oportunidad lo hacía sola. Con su cartera al hombro, y quitándose sus gafas de sol; empujó la puerta de vidrio que poseía el local, dejándose envolver por el ambiente concurrido que caracterizaba la tienda. Gente murmurando y hablando animadamente por aquí y por allá, sea la hora que sea, nunca un buen café fue demasiado inoportuno para hacerse un recreo en la agitada vida de la ciudad.

En menos de veinte minutos, la castaña ya sostenía su Café Frapuccino, su bebida favorita de Starbucks; mientras se alejaba del mostrador para dar una rápida mirada al local en busca de una mesa disponible. No le hizo falta demasiado tiempo, para divisar que la única vacía era la que se encontraba junto a la ventana, algo alejada de las demás, iluminada por los tenues rayos de sol que se filtraban a través del vidrio. Suspiró. Aquella mesa era la que siempre solían dirigirse cuando estaba con..

Sacudió ligeramente su cabeza, aquello no importaba ahora, además de que era la única disponible; ¿Qué tendría que hacer? ¿Quedarse parada o simplemente marcharse? Nada de eso, por el contrario, se encaminó con paso decidido hacia la misma, colgando su cartera en el respaldo de la silla, y disfrutando de su bebida, tratando de alejar la cantidad de recuerdos y pensamientos de su cabeza, que de pronto parecían haberla invadido.

¿Había cosa mejor que el verano? Claro que no. Incluso yo en esta época tenía más libertad de la que solía tener. La mayoría del tiempo mis padres no estaban en la ciudad. Mi padre con sus trabajos fuera del país y mi madre paseándose en Nueva York, Milán, Paris haciendo sus desfiles de moda. Era soltero, era un tipo con dinero y era verano. La época especial para hacer lo que se me diera en gana. En tres meses no les vería la cara a profesores, compañeros ni padres, si es que podían llamarse de aquella manera. Era libre, mucho mas libre que en cualquier época. Y también tenia resaca casi la mayoría de los días de la semana.

Como justamente le sucedía aquella mañana. Bueno, si las tres de la tarde se podía llamar mañana. Simplemente me había levantado, me había dado una ducha, me había puesto una camisa a cuadros y unos jeans y había salido al lugar en donde vendían los café más ricos del mundo. Si, Starbucks. Ese lugar siempre estaba lleno y lo comprobé cuando al apenas empujar la puerta las voces, sonidos y risas me pegaron como un taladro en la cabeza ¿Es que la gente no se fijaba que le dolía la cabeza? Para mi suerte no tuve que hacer ninguna fila para tener mi café, negro, sin azúcar pero con extra crema en mis manos. Y es que me había encontrado con las chicas que había conocido la noche anterior en la fiesta.

Y ahora me quedaba solamente irme a sentar a la mejor mesa del local, esa que tenia vista hacia la calle y podías ver a las chicas pasar trotando…pero caminando hacia allá, me di cuenta que estaba ocupada. Y no solamente ocupada, sino que ocupada por ella.-¿Qué estas haciendo sentada en mi mesa?-Me quede frente a ella, mirándola hacia abajo. Aliannah…maldita, mejor dicho, maldito yo por haberlo arruinado.

Si existía algo en el mundo capaz de reconfortarla de pies a cabeza; ese algo era simplemente su bebida favorita de Starbucks. Se dirigiera allí sola o acompañada, nunca era demasiado inoportuno el disfrutar de su Frapuccino, aunque dirigirse al local sin compañía significara que los pensamientos la invadieran, como le ocurría en aquel momento. Para distraerse y no pensar en nada en particular, se entretuvo por un pequeño rato mirando hacia la calle, pues ese era el mayor atractivo de aquella mesa: desde allí podía verse la gente pasar por la vereda. En aquel momento, una joven con un cochecito y un bebé que sonreía pasaban a paso tranquilo, al parecer paseando, disfrutando del sol de verano, tan esperado luego de las tediosas clases y exámenes finales.

Sin embargo, una conocida voz la sacó de su pequeño ensimismamiento, haciéndola voltear para corroborar su suposición, aunque estaba completamente segura de que no se equivocaba al suponer el poseedor de aquellas prepotentes palabras. Giró hacia él y frunció el ceño, sin hacer caso al nudo en el estómago que comenzaba a sentir cuando su presencia estaba cerca, lo cuál ocurría bastante a menudo, teniendo en cuenta que vivían en la misma ciudad y frecuentaban los mismos lugares, como en aquel momento. '¿Tu mesa? ¿Acaso la compraste y no me enteré?' le contestó, con su mejor tono irónico y sonrisa amable que pudo dibujarse en su rostro. Y es que era su forma tan característica de ser: luciendo adorable con todo el mundo, sin darles el gusto de hacerles ver lo enfadada que podía llegar a estar, cuando las personas era exclusivamente eso lo que buscaban.

-Oh…que graciosa-dije en tono sarcástico. No me la ganaría, así que descaradamente me senté en el asiento desocupado frente a ella, sin importarme realmente si estaba esperando a alguien o no. Esperaba que no. Además era una buena oportunidad, estábamos en un lugar público, y no en una fiesta en donde todos nos conocían y todos trataban de alejarnos del otro, como si fuéramos a pelear o algo así. Éramos dos jóvenes civilizados por dios santo-Yo descubrí esta mesa, así que tu eres la que tiene que irse-si, aquello era sumamente civilizado y maduro. No quedaba duda de eso. Una sonrisita sarcástica se apodero de mi rostro, mientras le daba un sorbo al café. Seguramente mi rostro denotaba que había dormido solo dos horas. Dos miserables horas.

Y ahí estaba. El silencio. Era como una constante mas en la extraña relación que tenia con Aliannah desde que habíamos cortado, o bueno desde que ella había cortado conmigo. Observe hacia otro lado, los dos podíamos ser muy testarudos y cabezotas y yo no me iba a dar por vencido tan rápidamente. Me gustaba sentarme en esa mesa y en ninguna mesa más. Infantil, inmaduro, estupido, bueno era todas esas cosas y mas y muchas personas se encargaban de recordármelo cada pocos minutos. Estaba acostumbrado.

-Bien…supongo que podemos resolver esto como dos adultos ¿no?-pregunte luego de aquel incomodo silencio, vaaale que eso no era nada de adulto o maduro, pero eso ella lo sabía. Maduro no estaba entre mis prioridades. Le sonreí levemente esta vez con naturalidad, estar con ella ahí traía muchos recuerdos que no eran necesarios desempolvar.

Una mueca se dibujó en sus labios al escuchar sus primeras palabras, y ver cómo de manera descarada tomaba asiento frente a ella, como si hubiera sido cordialmente invitado o algo por el estilo. En realidad, no la sorprendía aquella actitud, en absoluto. Lo conocía demasiado bien como para sorprenderse y sólo se limitó a arquear una ceja, en señal de que estaba en desacuerdo, aunque no dijo nada. Sin embargo, aquella determinación de indiferencia, que usualmente solía adoptar con él cada vez que se encontraba cerca, no funcionó por mucho tiempo, pues al escuchar eso de que tenía que irse no dudó en responder, dedicándole una mirada para nada 'amistosa'. Y es que aquellas palabras ya pasaban el límite de lo descarado. Creerse el dueño de una mesa, ¡por el amor de Dios!

'Me imagino' nuevamente, aquel tono irónico y sarcástico que con su presencia, y desde que habían terminado con su noviazgo, era algo sumamente natural cuando dialogaba con él; pues prefería mil veces eso, antes de decirle todas las cosas que en realidad quería, y terminar discutiendo ¿para qué? Si nunca lograrían ponerse de acuerdo. 'Había olvidado lo infantil que eres' agregó a sus palabras, antes de darle un nuevo sorbo a su bebida, que ya estaba casi por la mitad.

Durante el incómodo silencio que siguió a aquel pequeño diálogo, se dedicó a observar su rostro, evidencia irrefutable de que la noche anterior no se había quedado precisamente de brazos cruzados en su casa, y ya podía imaginarse qué había resultado de todo eso, pues era siempre la misma historia, al menos durante el último tiempo. Suspiró, y es que su presencia la alteraba sobremanera, sin poder evitarlo. Pero al escuchar la palabra 'adultos' salir de sus labios no pudo evitar sonreír, hasta algo divertida por aquella ironía.

'¿Te refieres a quién se queda con la mesa? No te preocupes, no falta mucho para que me vaya, prefiero terminar mi bebida en la vereda antes de seguir compartiendo este lugar contigo' Lo decía convencida, pero sin embargo ahí estaba, sin una mínima intención de irse, pues hacerlo significaría dar el brazo al torcer, y cuando se trataba de Erick era demasiado testaruda como para, encima de todo lo que había pasado entre ellos, darle la razón en algo, por mínimo que sea.